Advierto que estoy posteando de picado no más, de quedar con la bala pasada.
Y de hecho lo que voy a contar se podría hasta decir que es medio ficticio.
La historia es que hace un buen rato que no visitaba mi ya no tan querida u de shile, sección filosofía y humanidades. Pero hoy fui para esos lados a vender librillos de la famosa y prestigiosa editorial
quimantú , con quienes participamos, a modo de auspiciadores, de todo lo que se llama
jalla (e).
Y ahí me comentaron - y luego vi en el programa, entre otras cien conferencias sobre género- una sobre teatro que me llamó harto la atención: Radrigán, Griffero, Calderón y otro pastel que no me sonaba ni en pelea de perros (“Gominola”, pongámosle), juntitos para mi deleite, moderados por un ex profe que me caía bien igual: Lucho Vaisman.
“Tate -dije yo-, está de vio. No me la pierdo”.
Ahí llegué al otro lado del campus donde era el tema. Entré de los últimos para quedar atrasito y cerca de la puerta porque andaba solo y me tenía que ir antes de que terminara. Aparte uno tiene una visión como más de fuera si es que alcanza a ver a todo el espectro. El tema empezó con unas biografías bien lateras, contadas por un chistosito Vaisman, que aprovechó al tiro de hacer unas preguntas que en general apuntaban a las estéticas teatrales de cada uno (que explicaran su volá). Aprovechó también de meter su cuchara del texto versus la representación teatral.
Partió hablando el pastel
del Gominola. Dijo que que estaba terrible pasá de moda la discusión de obra versus representación. Que publicar era necesario igual, etc, que ya a nadie le interesaba mucho el tema. Me gustó eso, pero igual caché que el Gominola era muy pasao a posmo; además había estudiado mucho para ser dramaturgo y a mí me gustan los con calle. Dentro de lo que dijo, me acuerdo de “yo escribo pensando en que no se pueda ver en la tele lo que escribo”, que me parece una idea bien rebatible igual.
Después del Gominola habló el Griffero, bien rápido y bien histérico. Dijo hartas cosas interesantes, un discursito bien armado que lo deja a uno pensativo igual, y diciendo para adentro: “este loco la lleva”. El Griffero igual tiene su historia de izquierda del tiempo de la UP. Después se exilió, estudió en las ues de europa y volvió con la pomá del posmodernismo a chilito. Obviamente todos lo quieren por haber renovado el “fome” teatro de antes.
Y el tipo se la cree todo el rato.
Radrigán no era Juan Radrigán, sino Flavia Radrigán (la hija). En el programa que vi salía Radrigán no más, pero igual era pensable que no fuera Juan porque está re viejo y parece que ya no lo pescan tanto.
Flavia dijo primero que era difícil hablar después del “maestro”, y después repitió “maestro”, de nuevo refiriéndose a Griffero. Igual no me cayó mal la comadre. Habló poco y bien anecdótico; que escribía para que la quisieran. Me gustó eso.
Calderón después habló sobre su teatro popular y “antihermético”, que busca que lo entiendan todos, ser popular y político. El tipo como que tiene una personalidad media tímida; como que si se lo quieren comer, se lo comen no más. No voy a profundizar mucho en este loco porque si no me queda muy largo el post. Me cayó bien, pero como que le falta más calle.
Después de la ronda vinieron las preguntas. Al toque de gong salió un cabro al que no le vi la cara. Preguntó sobre cómo el teatro podía ser político (algo que todos los foreros dieron por sentado) y a la vez ser de élite. Todos se espantaron y se apresuraron para responderle. Griffero, en quien me voy a centrar ahora, dijo que EL SABER desde que se gesta es de élite, y dijo que termina llegando, como el saber que hace que hayan celulares; que él no sabe cómo se hace un celular, pero lo ocupa.
Ahí ya me enojé.
Saber cómo se hace un celular no es necesario; tener cultura sí, comparar el saber científico con el que gesta nuestra identidad me pareció mañoso de su parte. Es evidente que en chilito nadie ve teatro, como nadie lee poesía. Las obras no terminan llegando como los celulares. Hace rato que hay que cuestionarse esto, pero claro, es más fácil si ya tengo prestigio inventar una justificación para no hacer nada al respecto.
Dijo después que el teatro no puede ser masivo porque no alcanza la sala, que en un día ven 3 millones Morandé con Compañía, y para que 3 millones de personas vean su obra harían falta muchos años de montaje. Es súper chistoso este argumento; ridiculiza una idea que supongo que nadie podría tener. De alguna manera, el que se agarre de algo que nadie dice para contraargumentarlo deja en evidencia que el afán es escaparse del tema.
Respecto a lo caro que es el teatro, dijo que la gente prefiere pagar 3 lucas por ir a ver a la U que ir a ver una obra. Claro, ahora el problema es la gente TONTA que le gusta el fútbol en vez de ir a ver “buen” teatro inentendible y caro, además lleno de puros cuicos que se creen los aventajados que lo entienden.
Dijo también que acá en shishishi lelele, nadie pesca a los dramaturgos, que en otros países salían en la tele; dijo que lo que se busca con el hermetismo, que también es parte del mambo con el posmodernismo acá, es alejarse de la cultura de mercado (la farandulización del arte).
Y para cerrar con broche de oro el tema del hermetismo, dijo que a Huidobro nadie lo entendió en su época. Y ahí quedé; indignado. El tipo saca al jerarca de la literatura de Huidobro, que sí, escribe bacán; pero, como burguesito que era, ¿DE DONDE CRESTA se le puede sacar una reflexión más política que estética?, que es por lo que se estaba abogando en primera instancia.
Y por ahí me tuve que ir.
Uno puede entender que los tipos tengan que vivir, que cobrar por ver teatro está bien. Pero hace rato que se gestó ese circulito de tipos que se creen bacanes escribiendo medio complicado, bien tal vez, bonito, pero sin hacer nada por esta mierda de mundo. Entonces para qué cresta se las dan digo yo.
Hoy no hay teatro social prácticamente, excepto en grupillos de casi voluntaristas. Definitivamente no hay teatro en la pobla, como lo hubo por igual harto tiempo. La gente nunca supo de una obra de Griffero en los pasajes puentealtinos. A los tipos como él no les interesa disputar un espacio con la estupidez mercantil de Morandé de la que se quejan porque están bien en sus puestos. Griffero ya tiene qué hacer y tiene lo que necesita siendo parte del Santiago a Mil, siendo parte del teatro del bicentenario, y siendo director de la escuela de teatro de la Arcis. Y el posmodernismo da para justificar teóricamente este no hacer nada. Y frente a unos cien cabros y 4 viejos del teatro se impone la idea de Griffero.
Supe hace un tiempo que unos estudiantes entraron a su oficina para protestar directamente contra él, por estar en contra y prohibir un paro o toma. Esta actitud me la imagino ya de todos estos izquierdistas renovados y posmodernizados que copan las direcciones de carreras humanistas de las universidades chilenas. Todos ellos deben aferrarse igual a sus puestos y a las ideas que los mantienen ahí. Tienen miedo en el fondo.
No sé si ahora odio más el mundillo académico literaturoide que antes, cuando igual lo vivía de más cerca, pero igual hay que desahogarse.
Bienvenidos nuevamente a sarpazo.
